Un día como hoy se estrena Silencio (Silence)

  

Dos padres jesuitas, Sebastiao Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garupe (Adam Driver) desembarcan clandestinamente en las costas de Japón, en la región de Nagasaki, en busca de su antiguo maestro, el padre Ferreira (Liam Neeson). Se rumorea que el jesuita apostató, se casó con una mujer japonesa y ahora vive como budista. Inmediatamente son acogidos y escondidos en comunidades campesinas que los acogen con fervor. Es el comienzo de una prueba que llevará a uno a la muerte y al otro a la negación. Esta es la trama de Silence, la última película de Martin Scorsese, adaptada de una novela de Shusaku Endo (1966).

 

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Los significados del silencio. El silencio es ante todo el silencio de Dios. Las persecuciones contra los fieles aumentaron cada vez en menor número bajo la mirada impotente de los padres jesuitas.

 

Se suceden escenas de tortura en las que vemos a campesinos de Kirishtan sufriendo y gritando, condenados a la crucifixión, ahogamiento o decapitación. Aunque los jesuitas piensan inevitablemente en los primeros cristianos perseguidos por los romanos, en la época de las catacumbas, el desaliento se apoderó de ellos ante el aparente absurdo de este estallido de violencia.

El silencio es también el silencio de la clandestinidad en la que viven los cristianos. Refugiados en una cabaña de carboneros, los dos padres jesuitas deben evitar a toda costa el más mínimo ruido para no llamar la atención.

 

Le Silence finalmente está trabajando en la banda sonora. La música, que parece ausente durante mucho tiempo, se mezcla imperceptiblemente con elementos naturales. El viento aquí no es el soplo de Dios sino el de la naturaleza que aplasta a los jesuitas desorientados en un país que no conocen.

La sombra tutelar de Kurosawa parece flotar sobre una película donde la niebla, el humo y el mar se mezclan en impresionantes paisajes más japoneses que reales ya que se rodaron en Taiwán. Gracias al talento de su director de fotografía Scorsese, cineasta urbano por excelencia, consigue sumergirnos en otro universo.

 

Lejos de la agitación espectacular y a veces artificial de algunas de sus películas recientes, Scorsese sigue siempre el mismo camino. Ya sea que pinte los barrios marginales o los salones de Nueva York, ya sea que represente a mafiosos o hombres de negocios, permanece fiel a sus profundas preocupaciones.

Al igual que su protagonista, que aparentemente ha renunciado a su fe, el catolicismo de Scorsese impregna todo su cine, incluso el más alejado de las cuestiones espirituales.

 

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La imitación de Jesucristo Los jesuitas son llevados a seguir los pasos de Cristo. ¿Rodrigues no confunde su rostro en el agua de un río con el de Jesús? El padre Garupe, rígido e intransigente, pronto se quebrará y morirá rápidamente. Rodrigues, débil e indeciso, vivirá un camino más tortuoso. Le sigue paso a paso Kichijiro (Yosuke Kubozuka), un apóstata reiterado, que sigue traicionándole y exigiendo la absolución. Preso de la duda en este jardín de olivos donde gimen los campesinos torturados, Rodrigues acabará pisoteando su fe y caminando sobre la imagen de Cristo. Allí cae el silencio.

 

Pero a partir de entonces escuchó la voz de Dios. Al traicionar exteriormente su fe, ¿no permaneció fiel a la verdad profunda del cristianismo?

Sólo los devoradores de sacerdotes seculares que siempre se apresuran a evocar la sombra de la Inquisición podrán ver en esta película una apología cristiana maniquea. La represión también está encarnada en un anciano amable y cansado cuyas sonrisas y voz quejumbrosa no encajan bien con su apodo de inquisidor (Issei Ogata). Sin torturar nunca a su prisionero, el hábil gobernador le llevará poco a poco a desandar el camino que Ferreira ya ha recorrido antes que él.

 

Puntos de vista antagónicos

Scorsese transmite así el punto de vista de las autoridades japonesas deseosas de evitar la interferencia de las potencias europeas. Porque la condena del cristianismo es ante todo política. Esta condena política va, como siempre, acompañada de dudosas justificaciones culturales. Japón sería un pantano donde el cristianismo no podría echar raíces, la noción de un Dios trascendente sería incomprensible para los japoneses, para quienes el sol sale todos los días. No podemos suscribirnos a este relativismo cultural.

 

El poder puede quebrar cuerpos y cortar raíces, pero ¿qué pasa con las almas?

Kichijiro, el perpetuo apóstata, eventualmente morirá, fiel a la fe que tanto despreció. Encerrado en silencio tras su apostasía, Rodrigues, aparentemente un renegado, vive una existencia carente de sustancia. Japonés en la superficie, conservó sin embargo hasta el final el pequeño crucifijo que le confió un campesino cristiano. Al igual que el ciudadano Kane, se llevará su secreto a la tumba.

 

Martin Scorsese supo aprovechar la fragilidad y las limitaciones de estos dos jóvenes actores (Garfield, Drive) ante la actuación de notables actores japoneses para hacer una película que llevaba dentro de sí desde hacía veinte años.

Silencio. Película estadounidense de Martin Scorsese con Andrew Garfield, Adam Driver, Liam Neeson, Tanadobu Asano, Issei Ogata, Yosuke Kubozuka (2h41).

 

Artículo publicado originalmente el 13 de febrero de 2017.

 
 

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